La educación: clave para afianzar la capacidad de asombro y poder mejorar

Sin darnos cuenta vamos perdiendo la capacidad de mirar y ver lo cotidiano, ya sea las manos y los ojos de una mujer anciana, o una vereda de tilos. Nos sorprende mucho más un paisaje de película que un paisaje de la realidad. Muchas veces nos quedamos expuestos a la pantalla frente a un espectáculo frívolo y no reaccionamos. También, aunque uno no encuentre nada que le interese, igual se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo nuevo.

Dice Sábato, está ¨anestesiada la sensibilidad, la mente no reacciona y perjudica el alma¨. Se nos cierran los sentidos, cada vez se requiere más intensidad como los sordos. No vemos más allá de la pantalla o de la radio.

¿Cómo asombrarnos de las maravillas creadas por Dios con este panorama?, ¿o nos estamos convirtiendo en lobos con nosotros mismos y ni hablar de las personas que nos rodean?

Pareciera que nos estamos acostumbrando a aceptar pasivamente una constante invasión sensorial y esto termina siendo una servidumbre mental, una verdadera esclavitud. ¿Cómo reaccionar frente a esto en nosotros mismos, en la familia, en las instituciones educativas, intermedias, públicas, privadas, con o sin fines de lucro, etc?

Creemos y sostenemos, que la forma es no resignarse, no mirando con indiferencia las distintas experiencias que se viven: un nacimiento, una muerte, un amigo que se quedó sin trabajo, alguna persona que ha quedado marginada por esta casi desintegración de la sociedad argentina.

Reflexionando libremente la realidad que nos toca, viviendo cada instancia de esta vida con asombro, aceptando lo que no podamos cambiar, adquiriendo más paciencia para resistir aquellas situaciones complejas, en las que muchas veces no se sabe como seguir. Mucha audacia para confesar su Santo Nombre en este mundo tan despersonalizado, robusteciendo una actitud de agradecimiento por cada instante de vida y buscando participar con espíritu crítico en la toma de decisiones y en la búsqueda permanente del bien común. Sin dudarlo es otra perspectiva de camino.

Otra clave de cambio posible es rompiendo con la idolatría del vértigo que nos lleva a vivir una cultura irreflexiva, instintiva y con reacciones humanas primarias. No resignarnos a la aceptación de la indiferencia. Proponemos una revalorización del ¨lugar¨, (como dice Mac Augé), en las familias, en los lugares de trabajo en las que pasamos muchas horas en el día, fortaleciendo los vínculos, trabajando a partir de uno mismo para que los círculos en que nos toca actuar no se conviertan en ¨no lugares¨.

Revalorando los objetos más queridos y preferidos porque son símbolos de aqello profundo que reflejan. El hombre hace con los objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo, le impregna vida y significado a los ojos, a la sonrisa, a toda su existencia.

Tal vez, la propuesta sea tomar conciencia de la necesidad de crear un clima de verdad, de bien y de belleza en el pequeño mundo que gira a nuestro alrededor, empezando por uno mismo. Luchando contra la rutina y la deshumanización en todas sus formas que a veces se observa en distintos ambientes. Porque es la antesala de la injusticia.

Volver y volver sin bajar los brazos, trabajando esas claves en uno mismo y en la familias, en las instituciones. Es una forma concreta de dejar huellas de testimonio de vida, no porque seamos importantes, sino, para que otros se animen y continuen el camino histórico de la vida con esperanza. Si se cae en la deshumanización el resultado es la vida autómata, ciega a las huellas que los hombres y las mujeres de bien nos van dejando. Es como caer en la superficialidad existencial, en la que se pierde sabor y sentido a la vida.

Y es en la profundidad fértil donde crecen las rosas de los jardines y los tomates de la quinta. Estos ejemplos son válidos para comprender que en la profundidad reflexiva se afianzan las raíces del conocimiento. Es ahí que encuentra su sabor y alimento. En ese nivel profundo de educación crece la capacidad de asombro. Crece el aprendizaje más significativo. Es un estado de armonía. De mayor conexión y vinculación. De agradecimiento a Dios y de mayor compromiso con las personas que nos rodean. El cambio en la sociedad empieza primero por nosotros mismos.

Jorge Alberto Herrera

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