Una mirada cultural y reflexiva de la práctica docente
La educación, los valores y el conocimiento
La educación es una responsabilidad de todas las personas adultas que nos obliga a dedicarle tiempo, medios y acciones concretas en beneficio de aquellos que están en formación: niños, adolescentes, jóvenes y también adultos. Con más razón nos interpela a nosotros los docentes que hemos elegido esta tarea de ayudar a los jóvenes a que descubran mayor autonomía y autogestión, a través de las asignaturas, la carrera, la especialidad elegida y/o a través de la tarea de Gestión cotidiana que se desempeña.
Nuestro trabajo docente tiene una disciplina diaria de exigencia que corre el riesgo de mecanizarse y caer en una rutina tediosa, insípida, que nos va alejando del corazón de las cosas casi inconscientemente. La tarea rutinaria nos lleva a relacionarnos de manera abstracta con la personas y con la realidad cotidiana. Recordemos que en nuestro trabajo, lo importante es la relación personal que se establece para educar, porque sencillamente somos humanos y necesitamos vincularnos como personas. Sin él no existe aprendizaje significativo, ni posibilidad de crecer. Es conveniente aclarar que aprender a relacionarse no significa ¨pegoteo¨ o que necesariamente ¨todos tenemos que ser amigos de todos¨.
Siempre es conveniente reflexionar acerca de los fundamentos de la educación para volver a darle sentido a nuestra tarea. rescatando el valor de la persona, como un ser único, irrepetible, diferente, abierto a la comunicación, a la acción y a la contemplación de lo trascendente.
Y cuando la realidad de las cosas es captada por la inteligencia emocional del hombre nos damos cuenta lo pequeño que somos y que grande es el Amor de Dios con nuestras limitaciones y miserias. Es el momento en que la inteligencia capta la realidad profunda, surgiendo un conocimiento más rico y sabroso. Es toda la vida de la persona la que se moviliza, todo su ser: su mente, el cuerpo y el espíritu. Es en esto en que se diferencia de la inteligencia puramente racionalista alejada de lo esencial.
Entonces, es ahí frente al descubrimiento de las pequeñas cosas cotidianas de esta vida, que la tarea educativa adquiere más valor, pues, no es sólo superficialidad de datos, sino una comprensión profunda de la realidad, del sentido de las cosas.
Se podría inferir que a través de una gestión que asegure un ambiente de trabajo, en el cual se priorice, que la pertenencia institucional personal y grupal sea aceptado por todos libremente, es una línea de trabajo que puede asegurar lo valioso de la formación, del conocimiento real y profundo de la ciencia, de la técnica y de lo humano y mejorar la propuesta académica institucional.
Lo expuesto son algunas de las claves de trabajo que se puede transitar en el camino de la verdadera y real transformación educativa.
Jorge Alberto Herrera
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