CON LOS VALORES, ¿QUIÉN SE ANIMA?

Muchas veces nos hemos quedado en la declamación de los mismos, casi de memoria repetimos una y otra vez:  ¨sí ya sé, tengo que respetar, tengo que ser responsable… ¨. Pero, no se trata de un aprendizaje memorístico e impuesto.Cielonocturno008

 Comparto, paciente lector, algunas reflexiones, que no pretenden ser verdades absolutas, ni mucho menos. Están extractadas de la experiencia cotidiana en la interacción con jóvenes. En primer lugar, en el grupo humano en que me tocó interactuar, se percibió la necesidad de hablar del tema de los valores de la persona, probablemente por el trato no muy cordial entre ellos y por lo observado en la sociedad: la falta de paciencia, las reacciones violentas ante cualquier situación incómoda, a veces interpretaciones parciales frente a las diversas vivencias cotidianas, etc.

 El grupo dio señales de necesidad de aferrarse a los valores de la persona para mejorar la convivencia, para conocerse como grupo humano, para establecer normas que regulen la relación entre las personas. Pero, esas normas no podían ser huecas, sino atravesadas por un valor. Sí, un valor que les diera contenido, peso, significado a la norma. Ejemplo concreto: ¿por qué tengo que contestarle bien a mi compañero?

 Le contesto bien a mi compañero/a porque es una persona digna que merece de por sí un trato distinto y no porque me obligan a hacerlo por una norma establecida. Todas las personas son dignas y  merecen su respeto. Más allá  de lo que se ofrece y se ve en lo cotidiano. ¿Se entiende el planteo?

 Se trata de animarnos a ejercer el rol de adulto que nos toca a cada uno. Existen ejemplos concretos de personas que descubrieron que si uno mejora en algún aspecto de la vida, ya sea en el rol de padre, por ejemplo, en ponerse en el lugar del otro, sin dejar de ser uno mismo, abriendo el pensamiento, ese valor se irradia, tiene fuerza por sí mismo, puede entusiasmar a otros, generando un clima más sano, más respirable, con más vida. Y de eso se trata estas reflexiones, de un aprendizaje constante, impulsor de vida sana, a que siempre se puede mejorar, ante tanta mediocridad expuesta  Ese clima es esencial cuando se trata de la comunicación entre las personas, porque favorece a miradas humanas que reconocen no ser dueñas de la verdad, se reconocen imperfectas, mortales y necesitadas  de afecto sincero.

Nuestros jóvenes necesitan apoyarse en adultos más coherentes, para poder realizar la posta generacional e ir asumiendo poco a poco, desde su formación los nuevos roles que la sociedad les va a ofrecer y solicitar en un corto plazo. Este proceso es irreversible.

 Se trata de recuperar esos recursos presentes (a veces olvidados y dormidos) que anidan en nosotros los adultos, por ejemplo, el deseo de aprender a no perder el contacto con el propio centro espiritual para que las diversas exigencias diarias no nos desiquilibren.

 Cito, paciente lectores a Anselm Grün, para compartir sus reflexiones, cuando refiriéndose a la espiritualidad nos dice: ¨nuestras  emociones se ensucian una y otra vez a causa de la insatisfacción y las críticas de nuestro entorno. Entonces debemos detenernos, a callarnos, para purificar lo turbio. La oración de Jesús es para mí un lugar importante en el que experimento la purificación de mis emociones. Si lo invoco durante mi enojo o decepción, lo turbio poco a poco se purificará y podré reconocer con claridad nuevamente la realidad¨. 

            Jorge Alberto Herrera: educador contemporáneo

 

 

1 Comment to “CON LOS VALORES, ¿QUIÉN SE ANIMA?”

  1. By JP, 15 junio 2010 @ 22:19

    Muy bueno!
    A seguir publicando artículos!

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