LA PRÁCTICA DEL FÚTBOL…después de los 67 años…, por Oscar Molinaro

“En este año 1968 vamos a egresar 19 alumnos de la Escuela Normal, grupo que se fue aminorando a través de los cinco años, mostró siempre muchachos de destacadas aptitudes para los variados deportes que se desarrollaban en el colegio.

Si bien las cualidades nacen con uno mismo, no deben dejar que fomenten solas, sino por el contrario hay que cultivarlas al máximo.”

“En cuanto a aquellos que no tengan aptitudes, esfuércense por adquirirlas, para poder obtener buenos y grandes frutos con el solo hecho de realizarlo, al margen del resultado deportivo.

Por eso alumnos de la normal, luchen y trabajen con esfuerzo y esmero en el deporte y transmítanlo a las generaciones venideras.”

En estos dos párrafos que escribí en la revista del colegio medio siglo atrás, en el marco del consejo de los jóvenes que egresábamos al resto de estudiantes, era premonitorio que en mi vida el germen del deporte, en especial del futbol, calaba muy hondo en mis pensamientos.

Sin dudas que en mi primer cuarto de vida, fue fundamental el seno familiar en Victoria, ya que mi padre jugó a los 73 al fútbol y al basquet; junto con mi querido hermano heredamos la pasión futbolera y por ir a la cancha a ver a Tigre, por lo que tanto dentro de casa, como en la calle y en la vereda la pelota era nuestra herramienta de diversión, ante el cuidado de nuestra santa madre.

Cosecharás tu siembra es una frase de mucho valor, ya que lo que se mama de chico difícilmente se pueda olvidar, pero también es importante recordar que al salir del colegio fue fundamental que nuestro padre nos hiciera socio junto a mi hermano del club Canottieri Italiani, donde encontramos un grupo de amigos con los que jugamos al papi fútbol hasta casi los 35 años.

Mi casamiento a los 32 me llevó a Caballito, por lo que las obligaciones familiares y de distancia hicieron que dejara la práctica consecutiva, con algunas participaciones futbolísticas ocasionales en las 3 empresas en que trabajé, pero obviamente hasta los 50 prácticamente el fútbol ya no lo practicaba semanalmente, Aclarando que tanto mi esposa y mi hija nunca fueron obstáculo en esos tiempos para que juegue al fútbol.

Hasta que con el nuevo milenio, justo en el 2000, mi vecino y amigo Pietra, no tuvo otra idea que invitarme a jugar en una cancha del barrio, debajo de la autopista , con un grupo heterogéneo de edades de padres de chicos de una escuelita de futbol , acto éste que se extendería por más de una década, pasando al poco tiempo a 2 días por semana, cambiando de cancha al club Chacabuco por varios años, hasta que una hernia inguinal bilateral a fines del 2011 me sacó de acción por varios meses, complicada aún más con la enfermedad de mi hermano

Gracias a dos de esos amigos cosechados en los últimos años, el querido Mario que hoy nos mira desde el cielo y Roberto, volví en el 2012 a jugar semanalmente, también con heterogeneidad de edades, hasta que al año siguiente ellos mismos me invitaron a un grupo de mayores de 60 en los campos del bajo Flores del Colegio Marianista los sábados, grupo apodado “Vamos los Pibes” en que la mayoría superan los 70 y algunos están en los 80, siendo su mentor el Pepe Landro que con sus 88 pirulos, dejó de jugar hace 4 y hoy hace el asado para después del partido.

No hay dudas que el fútbol deja regalitos como cuando a los 35 años en que terminé enyesado por fractura del quinto metatarsiano un sábado de primavera, aunque en los 18 años hubo de varios tenores, como orinar sangre por un codazo, o abrirme 2 veces la cabeza , de las cuales una me dejó 12 puntos de sutura de souvenir hace 3 años , sucesos que obviamente generaron “mucha “ alegría en el entorno conyugal.

Imagínense las contracturas musculares en el 2000 año de mi vuelta, en gemelos, aductores, isquiotibiales y otras yerbas, que me hicieron experto en tobilleras, muñequeras, rodilleras, gemeleras y musleras, ni que hablar de un desgarro del talón de Aquiles con 6 meses de parate a inicios del 2017, que en definitiva no pudieron hacer mella en seguir jugando hoy 2 veces por semana con mis 67 pirulos a cuestas.

El placer del futbol tomado como una religión tiene varios fundamentos a saber:

-En esa hora uno no hace otra cosa que pensar en el partido, transformándose en un bálsamo psicológico para olvidar todo lo que nos rodea, entre ellos pasar a ser jubilado y las pérdidas de seres queridos.

-La amistad generada a través de los años, como los que me dejó hace medio siglo a dos egresados como Jorge Herrera y Cacho Demarchi, dos amigos de la vida, siguiendo por varios más hasta terminar con los dos grupos que me tienen en actividad actualmente martes y sábados, con los consecuentes terceros tiempos.

-Desafiar el paso de los años, con el lema de retroceder nunca rendirse jamás, manteniendo la actividad física y mental, generando una adrenalina especial como la que origina gritar un gol.

-Al día siguiente no se siente el cansancio, ya que la rutina hace que las maderas no crujan.

-Reasigna valor, al darle importancia a las cosas que realmente lo tienen, reemplazando lo que para otros sería tiempo ocioso, para mí es algo primordial y saludable.

-Evita la dependencia del celular, del cigarrillo y otros vicios que no los tengo.

En definitiva mis queridos viejos y mi hermano hoy no se sorprenderán desde el cielo al verme 2 veces por semana seguir demostrando la pasión por el fútbol y con la camiseta tigrense adonde llevo cuando juego.

Mi agradecimiento muy especial a Jorge Alberto Herrera por invitarme a participar con mi humilde aporte a su blog

Nota:  el autor es docente y  Lic. en Administración de Empresas

1 Comment to “LA PRÁCTICA DEL FÚTBOL…después de los 67 años…, por Oscar Molinaro”

  1. By Jorge Herrera, 3 agosto 2018 @ 0:14

    Gracias Oscar por escribir tus vivencias, muy valiosas por cierto!! A continuar con tu espíritu sano y deportivo. Gracias por estar!!

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