El valor del bien común

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Observo en los barrios, en las instituciones, en fin, en la vida social, educativa y cívica, muy poca participación ciudadana, en la búsqueda del bien común, con un marcado individualismo. Muy de mirarnos el propio ombligo. En general, recién reaccionamos cuando el agua nos llegó al cuello, es decir, en situaciones límites, nos damos cuenta, que la participación ciudadana es valiosa. Tal es el caso, de la crisis del 2001, que tocó la víscera más sensible, el bolsillo, como afirmara aquel gran estadista argentino.

Esta crisis de participación, ya es mundial, razón por la cual se hace muy difícil, mejorar la vida democrática sin participación ciudadana. Se descree del sistema de partidos y se vuelve a una actitud pasiva. Se suma la crisis económica, en la cual, cada uno busca satisfacer las necesidades básicas, no quedándole sólo margen de tiempo físico, sino, del deseo por alcanzar la reflexión de los temas comunitarios.

Pero, creo que cuanto más problemas y dificultades aparecen, más deseos de participación, de querer superar los problemas, de pedir ayuda, de no renunciar ante los obstáculos que esta vida conlleva, para no decaer. Por lo que considero, que esta crisis de participación es una crisis de valores. Es una mirada más profunda. Es la de no quedarnos con los síntomas. Es el preguntarnos ¿qué nos está pasando cómo sociedad, cómo ciudadano, cómo persona, sobre todo en la familia?

Pareciera que el marcado individualismo está ganando por amplio margen, hasta se está convirtiendo en paradigma, que cada uno se preocupe por lo suyo solamente sin importarle el otro. Pareciera que el hombre es el lobo del hombre, como afirmara Hobbes y que el fin justifica los medios, como sostenía Maquiavelo. Todo vale para alcanzar un cierto bienestar económico, desde la corrupción hasta la mentira y el desprecio del otro.

Por lo expuesto, propongo, sin imposición paciente lector, comenzar a pensar sobre esta apatía e indiferencia por lo comunitario que existe en cada de uno de nosotros, e impulsar en cada familia, instituciones barriales, educativas, parroquiales, etc., fuertemente un esquema de participación para la solidaridad.Deseo compartir algunas peguntas para ir acercándonos al tema propuesto:

¿Cómo es considerada la persona humana y su dignidad?

¿Es respetada por aquello que es o por aquello que tiene?

Para finalizar creo que está faltando y tal vez, sea la única revolución que esté pendiente en nuestro medio: la revolución de la honestidad y eso es algo a lo cual estamos convocados sin excepción. Comparto con ustedes algunas reflexiones extractadas de textos de la Universidad de San Martín de Porres:

¨Lo que hace la diferencia en una sociedad es la actitud de las personas para enfrentar la existencia. En los países que avanzan y crecen, la mayor parte de la población cumple las siguientes reglas:

1-Lo ético como principio básico

2-El orden y la limpieza

3-Ser íntegro

4-La puntualidad

5-La responsabilidad

6-El deseo de superación

7-El respeto a las leyes y los reglamentos

8-El respeto por el derecho de los demás

9-Su amor al trabajo

10-Su esfuerzo por la economía y una vida austera

En general, no cumplimos con estas reglas, somos pobres por nuestra actitud. Pareciera que nos falta carácter para cumplir con estas premisas básicas u otras, para que la sociedad funcione.¨

Gracias por estar!

Jorge Alberto Herrera

Educador contemporáneo

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